Si el pase copero a semifinales tras eliminar al Málaga fue
una buena noticia por si misma y, principalmente, por la coyuntura en que se
producía, bastante más importancia merece, tal y como estaban las cosas en el
orneo de la regularidad, la victoria frente a un Levante más necesitado, si
cabe, que el propio Athletic. Y si bien parece claro que esos son los partidos
que deben ganarse, con el currículo que lleva escrito el Athletic en la presente
campaña no parecía empresa fácil.
Así fue, por más que el maquillado resultado pueda parecer
mucho más contundente que lo merecido por el espectáculo presenciado en tierras
valencianas. EL triunfo, no nos engañemos, se sustentó porque dos veteranos
siguen dando el do de pecho mientras promesas y tristes realidades continúan cuajando
actuaciones decepcionantes.
El popele de la trainera zurigorri, un tal Iraizoz, decidió
hacerle los coros al proel, un chaval de apellido Aduriz, que empieza a
acumular crédito y reconocimiento cuando enfila los treinta y cuatro años. Poco
más. A ellos se debe la victoria frente a los chicos de Alcaraz, que salieron
al campo a dar todo lo que llevan dentro, que es poquísimo, pero que pareció
suficiente como para complicar la vida a un Athletic que se confirmó con un
balón de Muniain al larguero tras un centro formidable de Balenziaga.
El efímero balance ofensivo se completó con un fútbol
lamentable, con continuas pérdidas y entregas absurdas, con pelotazos hacia
área rival que más parecían representar poca confianza en las virtudes propias
y las de los compañeros y, lo más preocupante, falta de personalidad a la hora
de asumir los deberes de futbolistas llamados a bastante más de lo presenciado.
Tal fue el despropósito, principalmente en el centro del
campo y, una vez más, en la banda izquierda, una autopista, que Valverde
decidió enmendarse a si mismo con continuos cambios. Desde permutas en las
bandas, toda vez que Muniain era una calamidad a la hora de ayudar a Balenziaga,
y que Unai López no parece un futbolista adecuado para despuntar en bandas,
donde Valverde parece verle.
Para la reanudación, y visto que el Athletic seguía vivo más
por la incapacidad de un Levante que no marca al arco iris que por los impedimentos
que el Athletic había puesto en el primer acto, Txingurri movió sus peones
inventando algo nuevo. Ya era hora. Y acertó el de Vianda de la Vera por fin,
que ya tocaba. Con Susaeta por la izquierda, Muniain por el centro para que su
vagancia defensiva no tuviese tanta trascendencia como cuando vacaciona por
banda, con de Marcos retrasado al lateral e Iraola alineado allá donde,
casualidades de la vida, Valverde le dio la alternativa en primera división, el
equipo se asentó notablemente.
Claro que lo de los planteamientos siempre resulta relativo
y se ven perjudicados o favorecidos por detalles. Y eso de las pequeñas cosas,
en este Athletic, depende primordialmente de Aduriz, capaz de convertir en un
pase algo que iba en línea de lo presenciado en la primera parte, un melonazo de
De Marcos al área. El donostiarra, que no procede de las filas de la Real
Sociedad como afirmó un indocumentado y malicioso comentarista televisivo,
realizó un buen control orientado, se la colocó en la zurda y a media vuelta la
envió al butrino.
El gol, ese exiguo bien, hizo el resto a un equipo que no
bordó el fútbol pero serenó algo el juego. Con un trabajo en la medular menos
trabado, pero sin brillo, con una defensa menos sufrida y un Iraizoz inspirado,
el Athletic pudo haber certificado antes la victoria, pero su habitual falta de
capacidad ofensiva le condenó a que el enfrentamiento se debatiese entre la
equis o el dos quinielístico hasta el final, cuando reapareció Aduriz para
aprovechar un buen pase al límite del fuera de juego por parte de Susaeta.
Puede que no sea el dia de ponerse en modo aguafiestas, que
tampoco son muchas las semanas de tranquilidad que estos chavales nos regalan,
pero ver a los zurigorris sustentados tan solo en un puntal como Aduriz, en las
solventes intervenciones de Aduriz y en el destajismo general, preocupan.
Porque si repasamos las actuaciones individuales, no pueden
decepcionar más un Laporte que pide un toque de atención urgente, un Iturraspe
que parece no percibir que su titularidad ha pasado a ser más que cuestionable,
y el juego de un Muniain que ha debido entender como sinónimo de no tener que
trabajar en defensa el hecho de ser el mejor pagado de la plantilla.
Con una semana de descanso, que vendrá como agua de mayo
para oxigenar la musculatura y tomar algo de descanso mental, se presenta el Barcelona
el domingo para poner de manifiesto que otra de las efímeras crisis que montan
en can Barça parece poco fundamentada. El otrora rey del toque parece haber encontrado
salida a su crisis de identidad futbolera en variar el juego hacia un juego más
vertical, basado en la velocidad de sus tres principales activos, que pasan por
un buen momento de juego.
Vistas las pérdidas constantes de balones por parte de los
nuestros, los pases por fallos no forzados, la desesperante incapacidad por dar
un pase en ventaja o entregarla al pie cuando el compañero se encuentra a poco
más de un metro, no parece el mejor escenario para enfrentarse al monstruo
blaugrana.
Habrá que ir a apoyar, adquirir el bono que el Club oferta a
los socios y confiar en que, sea cual sea el resultado, el equipo salga
reforzado, porque hay empates, incluso derrotas, que pueden reforzar. Al fin y
al cabo, lo imperdonable es perder frente a Granada, Córdoba, Elche o
Deportivo. De ahí que ganar ayer al Levante fuese obligatorio no solo por la imperiosa
necesidad de puntuar.
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