Fue un partido de esos a cara de perro, de nivel, de los que
hay que trabajar mucho y bien para no ya ganar, incluso para puntuar. La
primera media hora fue fiel reflejo de ello, con dos equipos más pendientes de
mantener el cero del marcador propio a sabiendas de que quien marcase primero
tenía casi todas las de llevarse los tres puntos.
Y le costó al Athletic llegar a mandar algo en el campo ante
un Valencia perfectamente ordenado y plantado, un equipo al que es muy difícil
hacer daño. De hecho poco le inquietaron los rojiblancos durante la primera
mitad, a pesar de la mejoría del último cuarto de hora, minutos en los que al Athletic
ya se le notó algo más que era el propietario del campo.
El segundo acto, ese sí, comenzó por otros derroteros, con
algo más de dinamismo, con mayor mordiente y mayor peligro. Diego Alves tuvo
que demostrar qué clase de portero es sacando un buen remate de Etxeita, uno de
esos en los que se canta gol seguido
de uy en el campo mientras te
levantas del asiento, y el luego protagonista Otamendi sacó bajo palos, con el
portero superado, un buen testarazo de Aduriz a gran centro del lateral de Marcos
tras recibir con criterio una apertura a banda de Beñat.
Porque fue eso, el criterio en el centro del campo, lo que desatascó
el partido, muy trabado en la primera mitad por la ausencia de organización en
el centro del campo. Por qué se dio en el Valencia que lo analice Rita Barberá -lo achacan a la ausencia de Parejo-,
que poco importa, pero en el Athletic pareció claro que el tándem Rico-San José
no era capaz, más allá de un destacadísimo trabajo de contención y presión, de
imponer la pausa y precisión necesarias en la medular. Una línea esta que no
lograba enlazar con ninguno de los tres que custodiaban la espalda de Aduriz. Y
es que aún cuando parece lógico que Valverde, ante la necesidad de revalorizar
la plantilla e ir ensayando cómo lograr el mejor equipo con capacidad de
competir el 30 de mayo, apueste por ir dando oportunidades a diferentes
jugadores, lo cierto es que resulta poco comprensible el rendimiento, la
entrega y la poca ambición que demuestran algunos. Es el caso claro de Gómez, Ibai,
un jugador en horas muy bajas que parece haber asumido su papel de mero
comparsa en la plantilla, o de un López, Unai, que sigue sin darle al técnico razón
que justifique tanta chance, más si cabe con alguien que no se está
caracterizando por regalar minutos a nadie.
Cuando parecía que el partido iba a decantarse de lado
zurigorri, De Paul tranformaba un gol que dejaba helado a público y equipo.
Además de por una pasividad extraña de la zaga, en la que faltó intensidad y
agresividad, la jugada vino de una salida truncada por un nuevo error de
entrega y precedida por un rebote. O sea, una combinación de errores, falta de
contundencia y algo de mala fortuna.
Durante minutos pareció que el Athletic se iba del partido,
que el Valencia se manejaba a su antojo y que los tres puntos se acumularían en
la cuenta particular de los del Turia. Era el triste colofón a una semana
plagada de noticias malas o extrañas, la lesión de Muniain en el momento en que
empezaba a recuperar mínimamente su fútbol, la reiteración de la noticia del
fin de ciclo de Iraola en el Athletic o el triste tercer aniversario de la
impune muerte de Iñigo Cabacas, sin esclarecer, sin responsables policiales ni
políticos, víctima Pitu de los
excesos policiales primero y del contubernio de los que abrazan el poder,
después.
Quizás fuese demasiado optimista pretender afianzar la
octava plaza y acosar al Málaga obteniendo sí o sí los tres puntos contra este
Valencia, al fin y al cabo montar el campo base en la séptima plaza pasaba más
por haber hecho una primera vuelta liguera con un mínimo de dignidad, puesto
que ya se constata que la diferencia con respecto a los malacitanos parece difícilmente
salvable.
Cuando todo parecía perdido, apareció el factor San Mamés.
Motivado por varios detalles. Por ejemplo la entrega y velocidad de Williams, con
ese tipo de juego que siempre consigue conectar a equipo y público; la presión
de los jugadores, liderados por Aduriz y Gurpe, sobre el calamitoso Teixeira,
que desesperaba a equipo y público con los continuos desaciertos y su desigual
aplicación de criterio en favor de los valencianistas; y por el error de
Otamendi de entrar de manera excesiva, con su consiguiente expulsión, que llevó
a ambos onces a enzarzarse en una de esas tanganas que en San Mamés siempre
favorecen a los locales.
San Mamés enloqueció, encerró al Valencia a base de mucho coraje
y nada de fútbol, y Teixeira, al que como a su ínclito hermano, el mayor, el
gandul que llegó a primera más tarde, tan solo hay que dejarle cocerse en su
propia salsa, concedió al límite del minuto noventa un gol en fuera de juego
clamoroso.
Lloran ahora Amadeo Salvo y Nuno Espirito Santo -ojo a los
nombres de los fulanos-, se indignan con la actuación del referee cántabro por
esos minutos finales. Razón tienen, sin duda, en el gol, y, quizás, puedan
apelar al exceso de rigor en la expulsión. Pero el arbitraje es mucho más que
los errores puntuales y evidentes. Y lo de Teixeira con el Athletic fue, hasta
el minuto ochenta, un constante desatino en la señalización de faltas o
tarjetas. Claman en Valencia, recurren al Villarato, qué le vamos a hacer.
Supongo que se referirán con ello a la eterna justicia federativa con el Athletic, por ejemplo con esa decisión
de hurtar la final de Copa a, precisamente, Valencia o Sevilla en favor de
jugarla en casa de nuestro rival copero.
Es divertido observar como claman justicia quienes tienen
una deuda que debiera haberles llevado a la desaparición. Porque no deja de
tener su aquel reclamar equidad arbitral mientras se pretende competir por la
tercera plaza liguera sin atender las obligaciones económicas. Neutralidad
arbitral sí, doping económico-financiero, también. Porque estimado Amadeíto, querido
Nunín, algunos, como vosotros, por deber, además de ingentes cantidades de euros, debéis hasta callaros.
El ilegal gol de Aduriz hizo justicia a lo visto en el
campo. Hubiese sido injusto, visto lo visto, que el Athletic no puntuara en un encuentro
que pudo ganar y también perder a la contra. Y si, ahora, quieren ajusticiar a
los Teixeira, los conocidos como hermanos
calamidad, mejor. Al mayor, al pequeño y, puestos a pedir, también a su
padrino Sánchez Arminio.
¡Pobre señora Vitienes! ;-)
ResponderEliminar(ya se sabe que siempre nos acordamos más de la madre de los colegiados)
Lo del "clamoroso fuera de juego" tiene una vuelta, a mi entender. No estuve en San Mamés, pero viéndolo al día siguiente en la tele, junto a mi árbitro de cabecera... ¿no desvía con la mano un defensa del Valencia el remate de Viguera? Posibles decisiones: ¿penalty (y expulsión)? ¿ considerar que el intento del despeje (¿mano involuntaria?) anula el fuera de juego, al venir el balón de un contrario?.
Bueno, cualquiera sabe qué pensó el trencilla, que sí que tuvo vista para reflejar en el acta que se había repetido la jugada en el videomarcador.
A la señora Vitienes la van a canonizar, Iñaki. Al tiempo.
ResponderEliminarLo del fuera de juego lo discutía el viernes vía guasap con la cuadrilla, Iñaki. Yo hacía esa interpretación, después de ver la jugada repetida tras escribir el post, pero me dejaron solos, por lo que lo que diga tu árbitro de cabecera, además de merecerme más crédito, igual nos ilustra sobre cómo se interpreta todo esto ahora.
Porque lo de los fueras de juego, lo de la posición, la influencia, las voluntariedad de las manos está dando tantas vueltas de tuerca que ya no sabemos a qué atenernos...
No sé, Gontzal, ahora matiza que si la mano fue de rebote, y entonces no es tal, ni se considera despeje. Estos cambios normativos...
EliminarPor cierto, creo que han mandado a la nevera al árbitro asistente nº 2