Era cuestión de ganar por varias razones, la principal, la imperiosa
necesidad de acumular grasa para el invierno competitivo que ya se aprecia en
el horizonte liguero, con enfrentamientos que permitirán determinar, en pocas
semanas, el nivel competitivo del equipo para este curso. También, no es
baladí, por evitar tocar fondo demasiado pronto, repetir errores del pasado,
como hace un año, cuando la eterna flor de Caparrós, un garrafal fallo de
Iturraspe y un ataque de entrenador de Valverde permitieron al Granada llevarse
tres puntos de San Mamés dejando al equipo tocado para toda la primera vuelta.
Por si fueran pocos los alicientes, debutaba con el Athletic
Raúl García, él, tan polémico como rival, tan antipático, pero que se antojaba
como la mejor solución para las carencias de los rojiblancos entre los posibles
refuerzos que se visualizaban en el radar de Ibaigane. No hubo tiempo para las
dudas, afortunadamente. Su anuncio como el veintidós zurigorri por megafonía fue
mayoritariamente recibido con aplausos, aunque pudieron atisbarse timidísimos
silbidos procedentes, seguramente, de algún guardián de las esencias, de los
que confunden medios con fines, de quienes ponen el indefinible gure
estiloa como único leitmotiv del Club, de quienes pretenden travestir
poco más que una tradición en algo tan profundo y etéreo como la filosofía.
Da pereza de un tiempo a esta parte, en muchas ocasiones,
demasiadas, ser socio y aficionado del Athletic. Sumidos más en debates
identitarios, discutiendo sobre si cualquier decisión es coherente, fiel a los principios,
tradiciones o historia. Puede que el debilitamiento del nivel deportivo de las
dos últimas décadas o la proliferación de éxitos deportivos en terceros, unido
al error de haber convertido, por momentos, la forma de competir -evidentemente
distinta, seguramente no mejor, pero suficiente para nosotros- en único fin del
Club, nos hayan llevado a estar en permanente debate.
Todo ello agrandado por la constante presencia del Athletic
en medios de comunicación, columnas de opinión, tertulias radiofónicas y
televisivas, más las redes sociales, han contribuido a la sensación de que cada
decisión de Ibaigane, cada movimiento del Club, cualquier decisión técnica, sea
objeto de continuos referendos. El fichaje de Raúl García ha provocado un
torrente de columnas de opinión y debates varios, como si el Athletic, con su
fichaje, hubiese emprendido un camino de no retorno a no sé bien qué esencias.
Algunos han aprovechado para atizar a Urrutia, que ya se
sabe que no acierta haga lo que haga, aunque casi siempre los detractores sean
los mismos. Bien sea porque interpreta la tradición rojiblanca como el más
ultraconservador miembro de la vaticana Congregación para la Doctrina de la Fe,
bien porque, presionado por su entrenador, muestre cintura y en su versión más
pragmática fiche a un jugador con un potencial deportivo evidente.
A quienes se abren ahora las carnes convendría darles una
pequeña pátina de historia rojiblanca, pedirles que repasen las hemerotecas de
los setenta, cuando el Athletic presidido por Eguidazu tiró de chequera para
incorporar a jugadores provenientes de otros clubes, muchos de ellos sin pasado
rojiblanco o nacidos en otras provincias de Euskal Herria, como Lasa, Zabalza,
Irureta, Txurruka, Aitor Agirre o Tirapu. Claro que los debates de antaño, que
los hubo, pero menos, quedaban en nada sin la potencia de la era de la
comunicación y, desde luego, nadie llegaba a cuestionar los méritos deportivos
ni a plantear traiciones a no se sabe bien qué causas.
Con todo, si ayer había alguien con ganas de polémica o
discusión en la grada de San Mamés, poco tiempo tuvo para ello, porque los
goles llegaron muy pronto y eso siempre acalla hasta a los más recalcitrantes.
A balón parado, tras genial saque de córner de Beñat, llegó el primero, de
cabeza y a manos de un tal Aduriz. Se abría la lata y la tarde apuntaba a que
podría ser fructífera. Pero no. El Getafe se mostró impasible, como si el gol
no hubiera llegado, se mantuvo en sus trece de acumular futbolistas en su
retaguardia buscando la presión y no dejar resquicio para el ataque rojiblanco.
Se estiró levemente el Getafe, incluso
llegó a poner a prueba a Iraizoz en una ocasión, hasta que Raúl García aprovechó
un centro de Susaeta - bastante mejorado con respecto a otras actuaciones- echando,
de paso, un definitivo capote a la directiva, puesto que en fútbol, a base de
goles, resulta muy fácil explicar el retorno de la inversión, esa razón
financiera que, por desgracia, mueve el mundo, también el del fútbol. Bueno, quizás
sea más correcto decir que más aún el del actual fútbol.
Los dos goles, una losa para los de Escribá, parecían
enterrar a los madrileños, que en toda la primera mitad demostraron poca
capacidad de reacción. Tampoco tras la reanudación, lo que contribuyó a un
efecto relax en los rojiblancos que pudo ser peligroso cuando a raíz de los
cambios getafeneses, y hacia la hora del partido, un fallo de Gorka metiera a
los del sur de Madrid en el encuentro. No fue
algo puntual, poco antes San José -vaya trabajo el suyo, por cierto-, sacó bajo
palos lo que parecía un gol cantado.
Fueron los diez minutos siguientes los peores del encuentro,
marcados por la precipitación, por el nerviosismo, por la incertidumbre, aunque
no inquietara el Getafe y no consiguiera hacer buena la máxima de lo peligroso
que suele resultar el dos a cero en el fútbol. Volvió a aparecer Aduriz, a pase
de Eraso, un jugador que tiene algo, y que había dado relevo al fichaje García,
despedido con toda clase de honores y sin atisbo de silbidos.
Ahí murió el partido, y bien pudo redondear la tarde y su
cuenta el propio Aduriz, para acumular tres puntos cruciales para un equipo que
recordó con su fútbol al de hace dos campañas, aquel del que decíamos que tenía
más puntos que fútbol, pero que hizo de San Mamés, de este, del nuevo, un
fortín inexpugnable.
La tarde dio, además, para constatar la presunta valía de un
Lekue al que dificultan –aún más- el examen de primera alineándolo por la banda
de babor; la importancia que ha ganado Beñat en el centro de operaciones y su
acierto en la distribución; el buen entendimiento de De Marcos y Susaeta; las
dudas sobre la titularidad en la zona ofensiva del carril izquierdo, donde
tampoco Aketxe convence; o la evidencia de que los años y las lesiones no pasan
en balde y que Gurpegi está condenado a tener un papel cada vez más testimonial,
toda vez que veteranía y colocación no son suficientes para compensar la velocidad
que un futbolista de primera necesita.
Quedémonos, pues, con las buenas noticias, sobre todo la
llegada al equipo de una sola pieza que por sí sola ha hecho al plantel ganar
en competitividad, resolver la incógnita de la media punta, aportar gol, profundidad
y agresividad, y una versatilidad que tiene que hacer gozar a Valverde. Porque
ganar un comodín, muy experimentado, que lo mismo puede jugar en cualquier
posición del centro del campo, actuar con una llegada propia de un segundo delantero
o, incluso, poder reemplazar, puntualmente, al insustituible Aduriz, es todo un
acontecimiento deportivo en este Athletic.
Tiempo tendremos para salir de dudas, en confiar en que nada
de esto sea flor de un día, en actuar con esa paciencia que tanto escasea en
Bizkaia, tan dados a pasar de subir a los jugadores a los altares como a tirarles
la peana a patadas. Ganas había de hablar y escribir sobre fútbol, que dos
semanas de parada se hacen muy largas, demasiado. Y se acaba volviendo a hablar
de filosofía, como si el mismo Kant hubiera nacido en Indautxu, o escarbar en
las disensiones internas para alimentar páginas de periódico –sobre todo de
uno- a base de enfrentamientos entre Amorrortu o Ziganda. Menos mal que el
balón ya rueda y que, encima, acaba en la red del rival.
Muy atinado, Gontzal. Solamente se perdió el oremus cuando Beñat y Sanjo, que no es santo de mi devoción en el ancla, agotaron sus pilas pasada la hora de juego. Lo mejor del partido el rendimiento global de cada jugador. Todos en aprobado alto, salvo el bueno de Ibai y sus dos años de intrascendencia. Qué bueno es contat. con un lateral izquierdo al que no le quema la pelota.
ResponderEliminarTengo que reconocer, admirado Bienzobas, que me estoy haciendo sanjoseista, aunque como buen converso sabré ponerme a la cola.
ResponderEliminarLo de Ibai va camino de eso, de una anécdota, de alguien que una vez la dio bien con el exterior y marcó un par de golazos.
Él sabrá, pero le adelantan por izquierda y derecha.
Queda también el fallo de Gorka en el gol getafense. Me dio la sensación en el campo que ni vio el tiro, de ahí la no reacción...
El problema de Sanjosé es consustancial a su esencia futbolera: lento en traslación y tan aseado con el balón que precisa de medio segundo más que un mediocentro de verdad. Se nota que es un central. Ojo, el domingo ya soltó tres balones de primera de muy buena nota: lo que confirma que la segunda carencia que le imputo anda en proceso de mejora y muy rápida. Tiene buen pie y podrá "arriesgar" más. Lo de la primera lo veo difícil y es muy puñetera para las coberturas y el acompañamiento arriba: es un puesto muy fastidiado. A su favor, que ahora no necesitamos sacar el balón de atrás con el reparto de disputas entre Aduriz y RG, lo que hará menos escandaloso cuando no acaba de regresar de una jugada de ataque a sacar el balón jugado. En todo caso, verás que no son más que juicios de valor sin mucho fundamento: los resultados "demuestan" que su desempeño es más que estupendo.
ResponderEliminarLa cantada de Gorka fue un estropicio en un partido sobrio del portero. No le bajaría del aprobado incluso pese a todo.